martes, 14 de abril de 2009

Te doy mis ojos - Icíar Bollaín


Dos personas que no se valoran en absoluto. Dos seres inseguros con un sentimiento enorme de inferioridad. Miedo. Mucho miedo. Miedo a no ser queridos, miedo al abandono, miedo a la soledad y miedo a los sentimientos. El mismo punto de partida.

Dos personas que forman parte de una sociedad patriarcal. Un hombre que no puede mostrar su debilidad, una mujer que no puede gritar su dolor. Un hombre que sufre y vocea, golpea hasta que su flaqueza se convierte en una imparable fuerza. Una mujer que sufre y calla, llora en silencio hasta que ya no queda dolor y todo es tranquilidad, estabilidad y comodidad.

Él sustenta su existencia en poseerla a ella, ella en cambiarlo a él. Él golpea y ella pide perdón.

Esclavos del patriarcado. Una víctima y un verdugo. Pero esas cadenas se pueden romper: terapia para maltratadores, abandono del hogar. Tomar consciencia de la situación y resolverla. A veces, como en el caso de Pilar, se logra deshacerse del yugo, otras, como le pasa a Antonio, la huída no triunfa, quizás era demasiado complicado o quizás no parecía tan malo el papel que tocaba representar.


Otra vez una imposición se convierte en disfrute. Es la segunda o la tercera vez que veo esta película y me ha estremecido más, si cabe, que la vez anterior y me ha hecho pensar aún más. Si alguien aún no ha visto esa película recomiendo que la vea. Porque muestra aquello que no vemos tan a menudo. No hay caras destrozadas, ni terribles palizas; la crudeza de la violencia de género no necesita de moratones para darse a conocer. Antonio no es un ser despreciable, no es un monstruo, es otra víctima más. Por supuesto no justifico a los maltratadores, pero también a ellos hay que comprenderlos y ayudarlos (aunque ello no quita que deba de hacerse entre rejas).

5 comentarios:

  1. Siempre he entendido que los hombres, al igual que las mujeres, son víctimas del mismo sistema que rige la vida de los humanos: el patriarcado. Pero dentro de este papel de víctimas, el hombre sale ganancioso ante la mujer. La masculinidad, esa que se transmite a los hombres de generación en generación, es un proceso doloroso para los hombres, pues en nombre de ella tienen que ocultar sentimientos, manifestar violencia, hacer cosas que no quieren, y dejar de hacer otras que sí quieren, para poder seguir teniendo el estatus de "hombres". Les tengo lástima.

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  2. He sentido lo mismo que tú tras ver esta película por tercera vez... supongo que esos conceptos que nos han aclarado en el curso han servido para replantearse las cosas. Claro que ellos también necesitan ayuda.

    Un gran artículo para un asunto enormemente complicado!

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  3. Más que ayuda, yo diría que se necesita entender la construcción de la masculinidad en nuestra sociedad para poder comprender los esquemas que sustentan la violencia de género. Una vez que algo se entiende, se puede empezar a desmontar y eso es lo que hay que hacer con la violencia machista, desmontar todo el entramado de ideas que la sustentan. Pero ese desmontar hay que hacerlo desde abajo, desde las primeras edades, desde que las personas empiezan a construir el género. Ay, perdón por el rollo que solté, es que me emociono con el tema. De todas formas, no debemos olvidar nunca quiénes son las verdaderas víctimas, no vaya a ser que nos pongamos ahora a ayudar sólo a los verdugos.

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  4. ¡Cómo no emocionarse con semejante tema! Sí, está claro que una cosa es tratar de entender la situación de los maltratadores y otra olvidar que están llenando de golpes (y no sólo de esos que dejan moratones) a sus mujeres.

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  5. Me gusta mucho tu blog pero... ¡Qué poco escribes!
    Cada día lo abro con la esperanza de que algo nuevo me cuentes, que me haga pensar.
    ¿Para cuándo el próximo post?

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